A ti me allego en busca de tu ayuda
Madre preciosa del amor hermoso;
Seguirte quiero como fue el leproso
Detrás de Cristo sin temor ni duda.
Me entrego entero, madre del divino
Jesús, tu hijo, que espera sin cesar
Y en tus brazos veré yo al despertar
La luz que aguarda al fin de mi camino.
Yo sé muy bien en quien he confiado;
No tengo miedo alguno de seguirte,
Pues sé del buen camino que anduviste
A pesar de las pruebas del pasado.
Todo queda disuelto en la esperanza
De la aurora feliz, en que arrullados
Por la gloria del Padre, sosegados
Eternamente holguemos sin mudanza.
Por eso vengo a ti, feliz María,
Ya suelta de conflictos y amargura,
Que en Cristo ya tenemos la ventura
Del Padre, y sempiterna, la alegría.
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