
Yo soy solo un cristiano en este mundo extraño,
Solo el divino Cristo es mi sincero amigo.
Tú eres, María bendita, la que me diste abrigo
En mi triste orfandad, y mi incuria de antaño.
Ahora ya me siento como manso ermitaño,
Que de Dios es celoso y de Cristo es mendigo,
Por ello madre santa, ansío estar contigo
Y en tu blanda ternura reposar aledaño.
El reposo que anhelo de la divina unción,
Compartir yo deseo, contigo en las moradas
De Dios que así dispuso tan adorable unión.
Y en la calma constante, la divina presencia
Del Cristo que nos colma de dichas renovadas,
De ricas bendiciones, y eterna complacencia.
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