
Entre el brillo furtivo de la luna
Y el silencio oneroso de la vela,
Una joven de rostro de aceituna
Medita sin cesar, en centinela.
Esperando al Señor que en su tribuna,
Que es el fulgor del Cielo, y es candela,
Desde donde, de Gracia, la fortuna
Se cierne hacia su faz de damisela.
Es María que se hace centinela,
Al aguardo de su Padre divino,
Que dispone su vida y su destino.
María cuya mente prende y vuela
Tras el grande misterio adamantino,
Y ella es, la que lleva en sí el Camino.
AMDG
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